Mil Poemas a Sor Teresa de Calcuta


Mil Poemas a Sor Teresa de Calcuta
Poetas, Niños y Escritores del Mundo
Coordinado por Alfred Asís
Poesía
VV. AA.
Poetas del Mundo
Isla Negra, Chile
2014

PRÓLOGO
FLORES DEL PARAÍSO
Danilo Sánchez Lihón

1.
Se dice que si dudásemos por un momento, o de un modo continuo de que el Paraíso existe, nos bastaría una prueba sencilla.
Que si no tuviéramos suficiente seguridad de que hay una dimensión trascendente en nuestras vidas y más allá de la muerte, nos contentaría un testimonio concreto que resultaría irrefutable.
Que, si nos entrasen cavilaciones de si hay o no hay un Dios verdadero, amoroso y omnisciente nos bastaría para despejar incertidumbres con un hecho efectivo y tangible.
Y entonces en ese proceso lleno de recelos y cavilaciones y ya obtenida esa prueba, nosotros no tendríamos nunca más vacilaciones.
Si tuviéramos esa evidencia, testimonio y constancia, concentrado en un hecho real, eso bastaría, ya no cabría reparo alguno, ¡y creeríamos!
¿Como por ejemplo? ¡Qué de aquel reino se pusiera en nuestras manos una flor! ¡La Flor del Paraíso!

2.
Y que por donde se lo mire, aquella flor por su excelsitud solo tiene que proceder de aquel lugar, puesto que sería inconcebible que se piense siquiera que proviene de cualquier otro sitio.
Puesto que además la exigencia ha sido que esa flor sea real, concreta y asequible.
Diríamos entonces: ¿qué más constancia y evidencia contundente de que esta flor primigenia e impoluta? ¡Que no cabe que una flor así pudiera hundir sus raíces en otro mundo que no fuera aquel!
Que solo puede brotar en el Paraíso y entonces es verdad que existe. Y que hay una dimensión trascendente más allá de esta vida ordinaria y pedestre.
Ya nadie entonces cavilaría, y sería indiscutible que Dios es verdad.
Siempre y cuando esa flor apareciese y nos constase totalmente que es auténtica, que no es fábula, ni cuento, ni habladuría, ni invento. ¿Entonces qué? ¿Qué diríamos? Ya nada Aceptaríamos la evidencia
Pues bien: ¡Esa flor primorosa, evidente y excelsa es la Madre Teresa!

3.
Para el mundo moderno lleno de atrocidades, crímenes y violencia sin par, es flor excelsa.
Que nos consta. La hemos visto, purísima, incluso los medios de prensa y de comunicación han registrado su figura y cada accionar día a día.
Y no solo porque irradia esa pureza, sino por algo aún más contundente: se arriesga a lo más grave, extremo y mortal:
Pone sus manos en las llagas de los enfermos de lepra, atiende sin temor a la sangre de los infestados con Sida.
Recoge moribundos a veces infestados de gusanos de los basurales de esta y la otra ciudad del mundo.
En Chernovyl no le arredró las radiaciones de la planta siniestrada, con tal de salvar vidas y darles esperanzas.
En Beirut atravesó las líneas de fuego de los dos ejércitos en conflicto, para rescatar niños que quedaron atrapados y que corrían peligro de muerte.

4.
Su vida la reconoce como un instante fugaz, pero también, y a la vez, eterno.
Entonces, ¿qué nos queda? Ser sencillos, sinceros y valientes. ¡Y creer!
¿Por qué, acaso alguien puede ya dudar? ¿Y creer que no es ella una Flor del Paraíso, palmaria, evidente y absoluta?
Que además: ¡tuvo como nosotros los pecadores tiempos de sequedad, de aridez y sufrimiento!
Períodos en que Dios era un camino que se perdía en el páramo o en el desierto, sin huellas por dónde seguirlo.
Sin embargo, continuaba lavando heridas, curando enfermos.
Seguía atendiendo a moribundos. Seguía sufriendo junto a Jesús, pero teniéndolo a él siempre presente como guía, fortaleza e inspiración.

5.
La dimensión y el significado de la Madre Teresa queda graficado en una anécdota que aquí la contaré:
Bañaba a un leproso y un periodista inglés se anotició que ella estaba cerca, reconociendo que la suerte le deparaba el privilegio de conocerla y poder fotografiarla.
Pugnó por entrar al local y efectivamente pudo verla: La Madre Teresa lavaba a un leproso.
Sin embargo, al contemplar la escena de cómo limpiaba las llagas y exprimía las pústulas; de cómo desprendía las placas de los abscesos unos húmedos y otros resecos.
Al invadirle el olor nauseabundo de los tejidos dañados que se desprenden como guiñapos del cuerpo necrosado.
Al contemplar la rigidez inexpresiva del enfermo por el sistema nervioso atrofiado, ya sin poder soportar lo que sentía tuvo arcadas, náuseas y después prorrumpió en vómitos incontenibles.

6.
Y aún más le estremecía al periodista el horror de ver cómo esa persona sana podía ser contagiada por la lepra que es una enfermedad extremadamente infecciosa.
Ya repuesto, pero a una distancia prudencial alcanzó a decir:
– Ni por un millón de dólares yo haría eso.
Pudo escucharle la Madre Teresa, quien besó amorosamente al enfermo, se secó las manos y acercándose un tanto al periodista le expresó:
– Yo tampoco lo haría por un millón de dólares. Pero por amor sí.
Y es en esta frase que está la clave, en este pasaje aparentemente simple y hasta fútil, que se contiene toda la significación del apostolado de la Madre Teresa, tan necesario, urgente y fundamental en la actual sociedad de consumo.

7.
No se arredraba la Madre Teresa ante la lepra, como tampoco ante el sida, ni ante el espanto de las radiaciones en Chernosvyl. Ponía sus manos, su alma y su corazón allí donde el espanto y la crueldad asolaban y devoraban al hombre.
Lo hizo en Beirut ante las balas donde ingresó a salvar niños que habían quedado atrapados entre dos fuegos.
Más ahora en que pareciera que todo está dominado por la ley de la oferta y la demanda, por el dinero, y por los negocios, qué importante la evidencia de sus actos.
En el esquema aquel que ha convertido al hombre en un ente que acumula riquezas materiales, y al ser humano que porta el don divino en una mercancía en la sociedad de consumo.
Por dicha razón una vida así resulta trascendental por ser una prédica a favor de lo que nunca debiéramos perder: el sentido trascendente de la vida y el amor como su enseña. Y un pasaje como el que hemos comentado quizá en su aparente simplicidad grafican el valor de una presencia fundamental en la vida de todos los tiempos, un destino como el de la Madre Teresa de Calcuta.

8.
Y es por eso que resulta especialmente significativa la obra Mil Poemas a Sor Teresa de Calcuta, resultado de la convocatoria mundial que desarrolla desde Chile el poeta Alfred Asís.
Porque hunde nuestra frente y dobla nuestra rodilla, como también enjuga nuestras lágrimas en el sarí blanco con fintas azules de esta Flor del Paraíso.
El de esta mujer milagro, el de este ser providencial en un tiempo desolado de una sociedad lamentablemente acosada por una noción del hombre como una cifra apenas de valor numérico.
Cuánto se ha debido exprimir océanos y montañas, así como toda el alma y el corazón del hombre decantar unas gotas de dulzura infinita a fin de que nazca y aparezca en el mundo un ser así.
A fin de extraer este almíbar supremo, este manojo de valores absolutos, esta esencia y hálito de bien para hacer paradigma y una entelequia como lo fue y lo es ella, ¡porque seres así nunca morirán!
A dicho personaje se consagra esta obra desde entonces rectora, en un homenaje mundial imprescindible desde que hacía falta un testimonio desde la poesía ofreciese versiones múltiples de aquella vida ejemplar.

9.
Porque de la Madre Teresa se han hecho apólogos desde el campo de la religión, las comunicaciones y el periodismo, pero faltaba que este homenaje lo hiciera la poesía y la literatura en general.
Y este es el homenaje universal que ahora le rinde el arte de la palabra, del verbo en su dimensión de esencia y de belleza como es la poesía.
De la poesía que es madre de las artes quien se ha convocado a sí misma aquí para homenajearla. Quien se ha dado cita en este libro para entonar el himno de su significación ímproba y que es lo que este libro contiene como voz universal, ecuménica y planetaria.
Es el globo terráqueo que se junta y rinde homenaje a un ser humilde, agobiado por el peso del sufrimiento humano y por los males del mundo.
Pero tanta o más falta que a la Madre Teresa le hacía falta a la poesía misma tener la ocasión de purificar su verbo y su ser para mejor entonar su canto teniendo como tema una vida de la intensidad y acrisolamiento como lo tiene la vida de esta santa.

10.
Porque, ¿adónde tenían que volar a mojar sus alas las metáforas para escribir sobre ella? A todo aquello que calma, que alivia, que apacigua y nos da sabiduría.
Al agua fresca de los manantiales para modular una endecha de adhesión genuina y derramar agua diáfana de nuestros corazones, evocando prados de jacintos y azucenas por esta avecilla canora y melodiosa que trina en el amanecer.
En mi caso recurrir a las malvas de los huertos de mi tierra, al aire transparente de la tarde, al verde de los campos, al amarillo estallante de los girasoles y las retamas. A las rosas de la ilusión fragantes meciéndose jocundas en el cielo azulado.
De allí que toda nuestra adhesión al artífice de esta proeza, el poeta Alfred Asís de Chile, quien ha iniciado un movimiento que tiene por lema traspasando fronteras, realizando homenajes mundiales a personajes de especial significación.
Gestión colosal que no acaba con la convocatoria, ni con la reunión de los poemas, ni con su edición posterior, labores verdaderamente gigantescas, sino que pese a que se ha cumplido hasta este punto con lo prometido, y siendo ya es una épica y un canto de gesta lo realizado, la obra en realidad recién aquí comienza.

11.
Constituye verdaderamente una genialidad estos enlaces y puentes, que cumplen precisamente con lo que reza el programa que Alfred Asís y muchos colaboradores esparcidos a lo largo y ancho del mundo impulsan; cual es traspasar fronteras y construir una paz urgente, necesaria y infalible, en este caso tomando la vida de una persona del mundo religioso.
El movimiento efectivamente traspasa y une fronteras, porque no solo es universal en la medida en que pueden participar personas sin distingos de géneros, razas, credos o ideologías; sino porque no se confina a un área del arte, ni siquiera a un único campo de la cultura o a una actitud humana determinada, sino que en este caso traspasa fronteras a un campo tan amurallado como es la religión.
Siendo así este es un libro colmado de bendiciones, de regocijos, de exaltaciones del alma, que es lo mejor que podemos propiciar que ocurra en el mundo. Donde cada persona ha exhalado su mejor aliento, la sensibilidad más pura, donde se ha acunado la sinceridad más ardua para decirla con la voz más confidente y cristalina y en donde ha podido escoger el mejor hálito y el susurro más cálido.
Este libro así concebido es un edén donde se han prodigado las mejores flores naturales y legítimas, porque cada quien participa libre y dichoso de hacerlo, sintonizando con lo bueno que hay en sí mismo, dejando aflorar el bien y el reconocimiento del bien de un ser humano providencial.

12.
Este es un libro jardín de múltiples y variadas flores, muestra grandiosa del espíritu humano, cuando desde la poesía se elevan voces que vienen desde distintas partes del mundo, de cada aldea y posada en el camino, en lenguas diferentes, en ritmos, compases y temperamentos distintos que juntados hacen aquella sinfonía de todas las voces reunidas entonando un canto unánime de gratitud.
Y es que hablar de la Madre Teresa propicia evocar las mejores flores. Las más lucidas, frescas y fragantes, exige al lenguaje su tono más afable, más comprometido y más tierno. Es ir a buscar las palabras en las fuentes más despejadas y transparentes. En los arroyos más calmos y apacibles.
Y que este sea un libro poblado de anhelos, ilusiones y bienaventuranzas, una luz radiante, donde todos sin excepción han elevado un deseo de bien, de esperanza y de fe, donde cada quien en cada poema ha puesto su mejor sentimiento y emoción, la flor más depurada y expresiva que es capaz de concebir su ser.

13.
Pero no solo eso: ha hecho posible que ante una invocación tan fecunda como esta se produjera que, por ejemplo, en México la profesora Brenda Bernal Sánchez, propiciara que junto a las profesoras y profesores de los establecimientos educacionales del Estado de México, esta idea surgida en el ámbito de la poesía se trasladara al ámbito pedagógico.
En donde al tomar conocimiento de la convocatoria implementara una estrategia y una metodología propicias para hacer que niños y jóvenes escribieran sus textos realizando obras de bien y acciones de servicio a la comunidad con los más pobres, para luego recién componer sus poemas sobre la base de la experiencia vivida.
Se tiene así una evidencia de cómo una idea surgida en el ámbito de la poesía traspasa al ámbito pedagógico pero ya en el orden formal de la institucionalidad educativa, que ocurre cuando las propuestas son cabales, luminosas y sin condicionamientos de naturaleza crematística.
Alfred Asís, de este modo se erige en un adalid, en un pálpito y en una corazonada universal, en una vibración telúrica significativa en razón del bien, la verdad y la belleza, en una sensibilidad puesta al servicio de la solidaridad humana y de amor al prójimo.

14.
¿De qué modo? Permitiendo a quienes componen sus textos como a quienes se recrean en ellos ahondar en vidas y trayectorias como las de la Madre Teresa que consagró su vida a auxiliar a los pobres e indefensos.
Quien siempre estuvo en donde había el dolor más acervo, en medio del sufrimiento más atroz de la gente. Con un respeto absoluto a la dignidad y al valor de toda vida humana.
Quien no cejó en el alivio del mal, donde la naturaleza se contorsiona y retuerce hasta el límite de lo insoportable dentro de la persona que lo sufre y padece y también fuera de ella. Quien fundó hogares para personas con sida, con lepra, con tuberculosis. Y hospicios para moribundos.
Es decir quien estando aquí en este mundo terrenal bajó y entró a los infiernos, a donde muchos de nosotros no quisiéramos ni siquiera pensar que existe, mucho menos ver, y peor aún hacerse responsables de ellos. Y ella lo hizo. ¿No tiene esto un valor más allá del mito y la leyenda? ¿Cómo no ha de ser edificante y trascendental acercarse a vidas de esa formidable dimensión?

15.
La Madre Teresa nació el 26 de agosto del año 1910 en Uskub, actual Stopie en Macedonia, de origen albanés, aunque después se nacionalizara hindú. Su nombre originario era Agnes y junto con sus apellidos se traduce como “Capullo de rosa” y “Pequeña flor”. Y esa es la real significación que tiene su nombre y su presencia en nuestras vidas.
Siendo niña tenía tan buena voz de soprano que en el coro de su parroquia era la solista. Y su afición a la música era tan grande que cuando el director del coro por algún motivo no asistía era ella quien dirigía al grupo. Muy joven sintió y supo que su llamado era ser religiosa.
Fundó la congregación religiosa de las Misioneras de la Caridad en Calcuta el año 1950. Y en 1955 abrió el “Hogar del Niño del Inmaculado Corazón”. Y luego casas para atender enfermos abandonados y hospitales para moribundos. Desde entonces se empezó a reconocerla como una santa viviente y quien el año 1979 se le otorgara el Premio Nobel de la Paz.
Pero ella misma se definió con estas palabras: “Yo solo soy una mujer que reza”. Es decir todo lo que ella hizo fue adorar a Dios, su acción era producto de su oración, quien murió el 5 de septiembre del año 1997. El Papa Juan Pablo II la definió así: “Una pequeña mujer enamorada de Dios”.

16.
Vale evocarla entonces como se hace en este libro para tener un sentido más palpable de la historia. Así: ¿cuántos por ejemplo no hubiéramos querido estar en la época en que viviera San Francisco de Asís, y hasta conocerlo viéndolo con nuestros propios ojos? No menos significativa y legendaria resulta esta época con el paso por ella de la vida y obra de la Madre Teresa, en los días que nuestras vidas coincidían con la vida de ella.
En quien su desvelo eran los indigentes. Los pobres más pobres, aquellos que todo lo han perdido. Que están arrojados en los lugares desolados, bajo los puentes, entre los deshechos, y en el más cruel abandono, empezando por el abandono de ellos mismos y el desinterés por sus propias vidas.
De allí que ella dijera: “La mayor enfermedad es el sentirse no querido”, de guiñapos humanos hasta donde ya no alcanza ninguna categorización ni la reivindicación de las ciencias sociales, y solo cabe una gran piedad, donde allí aparece ella, aliviándolos y poniendo su inmensa cuota de sacrificio y abnegación, en plena identificación con sus existencias.
Donde si hubiera sido posible que con sus dedos y sus manos ella pudiera haber retorcido y eliminado el dolor extrayéndolo de los cuerpos y sus almas a costa de su vida, aunque quedara lacerada, llagada o yerta sin lugar a dudas lo hubiera hecho.

17.
Recoger personas menesterosas, desahuciadas, moribundas de los basurales y lavarlos, alimentarlos, darles cariño solo concebible inspirados, invocando y siguiendo el camino de Jesús.
Jamás se detuvo a pensar si lo merecían. Si era justo hacer eso con ellos porque habían sido o buenos o malos. Si habían sido esto o lo otro como conducta moral.
Sí quizá había personas malas que su deplorable condición era porque tenían que pagar por alguna culpa cometida, eso jamás se preguntó para ayudarlos. Su cariño a toda la gente rechazada, a todos aquellos arrojados a las calles fue incondicional, generoso y sincero.
Si algunos tal vez eran criminales, y que era mejor que así redimieran sus fechorías, tampoco se le cruzó por su mente. Por eso, en ella Jesús, bajo cuya invocación ella actuó, es lo más dulce, lo más noble y redentor.
De allí que entre el dilema justicia o caridad cabe reflexionar que si no hemos podido hacer que este sea un mundo justo, hagamos que por lo menos sea un mundo piadoso y caritativo.

18.
Un hospital para moribundos y enfermos terminales, así de simple, ¿qué es? Un abismo pero también un templo, un ara, un lugar sagrado. Una atalaya, una frontera, la más suprema de las fronteras. Y hay que tener el alma de capullo de rosa, como ella la tuvo; de pequeña flor, absoluta e indestructible para concebirlo, establecerlo y hacerlo permanentes en el tiempo a lo largo y ancho del mundo.
Y para resistir en él y con él. Hospital ya no para la esperanza de curarse, sino para despedirlos del mundo y de esta vida. A fin de que se lleven de este lugar siquiera una mirada fraterna, solidaria, un gesto de identificación con su drama. Un recuerdo suave y ojalá que una noción de hermandad.
Pero, ¿el alma del que queda y está ahí, cómo queda? ¡El alma de quienes lo viven cada día, como lo vivió la Madre Teresa! ¿Qué tendría que ser uno o una allí? A eso se llama santidad.
Sacrificar la propia vida, no solo para recogerlos lavarlos, curarlos, atenderlos cada hora del día sino para traspasar con ellos esa frontera y regresar. Allí es cuando uno se acobarda, se agazapa y nos choca diente con diente. Pero, ¿qué habrán sentido quienes morían en tus brazos? Al desfallecer un alivio fresco, como que ya desde aquí estaban junto a Dios.

19.
A veces dudó. ¿Y quién no? A veces no encontró a Dios. Pero, ¿cómo se podría ser inquebrantable en esas condiciones? A veces estaba en una completa oscuridad. Lo que agrega más verdad y heroísmo a sus actos.
Porque: ¿quién no duda no es humano y mucho menos representa bien al género humano? Ella también dudó. Pero seguía recogiendo moribundos de los basurales y limpiando sus heridas.
Hacer esto con la mayor convicción, sinceridad y verdad, pese a que se duda, aunque por un breve momento, iluminados por una fe que en algún momento desaparece y lucha sin apagarse, acosados por un mundo indiferente, cruel y desalmado es supremo.
Es la evidencia palmaria de Dios. Y eso ha hecho ella para nuestras vidas.

20.
Porque, ¿con qué ánimo recoger enfermos terminales de los basurales del mundo? ¿Quién pone sus manos en sus llagas y se arroja al río insondable de sus gemidos? ¿Quién depone su paz, su tranquilidad por calmar y aplacar el horror solo con los pétalos de rosa de su corazón?
Además, sin recursos, herramientas o armas que valgan salvo todo el amor del mundo, de amor a Dios, inexistente ya en aquel hombre o mujer, niño y joven, que sufren y se desangran.
Pero, el significado mayor de la vida de la Madre Teresa de Calcuta es que los santos no son de otra época, ni de un tiempo ya pasado, y que ahora ya no existen. Sino que son de siempre y de todo tiempo. Pero también que son necesarios, urgentes e imprescindibles en la vida y mucho más en la sociedad contemporánea.
Por tales razones la Madre Teresa vivirá por siempre entre nosotros. Ya parte de nosotros es ella, lo mejor de nosotros cuando hacemos el bien. Y de lo que se trata es de seguir en algo su ejemplo.
Y de hacer que inspirados en todo ello broten más Flores del Paraíso, como lo es también este libro.

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